En JLA/Avengers (o Avengers/JLA), el mejor crossover entre universos superheroicos jamás publicado, hay una escena sintomática. Luego de que los Avengers visiten el universo DC y la JLA visite el universo Marvel, los dos equipos se encuentran y Superman les propina el siguiente juicio de valor a los marvelitas: "Su mundo puede ser un triste y vergonzoso desastre, ¡pero no van a traer su locura al nuestro también!". En respuesta, el Capitán América exclama: "Sabía que eran tiranos fascistas, ¡y esto simplemente lo confirma!".
En este intercambio se encuentra –magistralmente resumido por Kurt Busiek y George Pérez, los GOATs– la diferencia espiritual fundamental entre ellos: en DC los héroes son adorados, el universo es brillante y ordenado, pero eso también esconde un mayor control, un mundo en el cual los héroes son parte, les guste o no, de una maquinaria de dominación, del establishment. Mientras que en Marvel los héroes son parias, outsiders, gente que trabaja en contra del establishment. Eso les brinda mayor libertad e independencia, pero causa que su universo sea más caótico, al no haber sinergia entre los superpoderes y los poderes fácticos.
Libertad versus securitismo, round un millón.
Excursus cosmológico a DC y Marvel
Esta diferencia filosófica entre Marvel y DC tiene su contraparte cosmológica. La cosmología es la historia de los universos: el estudio de sus orígenes, fuerzas cósmicas, dinámicas, y la especulación sobre su final. Esto, a menudo, va acompañado de una cosmografía: su representación gráfica, un mapa para no perderse. La cosmología es una ciencia seria que aúna a físicos, filósofos, astrónomos y metafísicos, pero en esta ocasión lo que nos interesa es la falopa, la imaginación cósmica puesta al servicio de la narrativa, la posibilidad de inventar orígenes y escalas de poder que no tienen parangón en la realidad. La conversión del origen, el final, el destino y el infinito en seres de papel, tinta e imaginación. La respuesta metafórica a las preguntas reales que aún no podemos contestar.

El Universo DC
La cosmología del Universo DC es un quilombo. Es una colcha hecha con retazos de ideas de muchas personas, en contextos históricos radicalmente diferentes, con interpretaciones muy diversas –por no decir opuestas– de lo que es el bien y el mal, y del valor de la obra que estaban produciendo. El Universo DC está superpoblado de tierras, seres cósmicos cuya jerarquía se vuelve a barajar de forma continua, e historias de orígenes reescritas cada cinco minutos. Sin embargo, encima de todo, la cuestión se puede resolver en la historia más vieja de la Humanidad: el bien contra el mal, la luz contra la oscuridad.
En el principio, todo lo que había era La Gran Oscuridad habitando el vacío primordial. Con el tiempo, apareció La Luz (también conocida como "The Source", "La Fuente"), que creció y creció hasta que le disputó el espacio a la Gran Oscuridad, quien gritó y se retrajo durante incontables milenios. Entonces, La Fuente creó a las Manos, sus agentes cósmicos, quienes iniciaron el Big Bang. Entre las manos, la más importante fue Perpetua, un ser cósmico que asignó diversas áreas del Multiverso a sus hijos: la Materia al Monitor, la Anti Materia al Anti-Monitor y la Materia Oscura al Forjador de Mundos, a quien se le asignó la tarea de crear nuevos mundos de los sueños y pesadillas de los habitantes del Multiverso. Aquellos que eran estables, ascendían y se integraban en el Multiverso. Aquellos que se retorcían y se volvían oscuros, eran devorados por su dragón Barbatos. Perpetua se corrompió, amasó poder y eso obligó a la Fuente a exiliarla y crear la Source Wall, una barrera que rodea al Multiverso, para evitar incursiones semejantes.
Pero el Universo DC también cuenta con los Endless, corporizaciones de ciertas ideas, como El Sueño, El Destino y La Muerte. Y también tiene un Dios bastante parecido al del Antiguo Testamento, quien creó a The Spectre para que sirviera como su Espíritu de Venganza, y también exilió a Lucifer Morningstar a un infierno muy en la línea del Paradise Lost de Milton. Y debajo de todo eso está el Fourth World: la adición shakesperiana-cósmica de Jack Kirby, dialécticamente dividido en Apokolips y Nueva Genesis, la Oscuridad y la Luz. Igual que con Moore, los aportes de Kirby, que comenzaron siendo marginales, se volverían centrales: La Fuente es un concepto kirbyano, al igual que Darkseid, gobernante de Apokolips, la corporización del control y el buitre de la depresión humana, la voz que te susurra en el oído que no valés nada y que mejor te entregues a la dominación ajena.
Entonces, en el Universo DC coexisten conceptos abstractos y en última instancia semióticamente laxos, que representan al bien y el mal más puro, la creación y la quietud; entidades metafísicas asociadas a constantes humanas; y una concepción más bien cristiana del bien y el mal, con su correspondiente castigo. Debajo de todo esto, está el Multiverso, infinitamente destruido y recreado, a veces mapeado de forma clara, otras un caos informe e infinito. Los superhéroes en el Universo DC no están sobredeterminados científicamente: son el producto de esta energía creativa informe que se extiende en la base de todas las cosas.

El Universo Marvel
Por su parte, el Universo Marvel tiene una cosmogonía más compacta, por ser la creación de un grupo de manos mucho más reducido, básicamente Stan Lee, pero sobre todo las mentes visionarias de Jack Kirby y Steve Ditko, y un puñado de autores de los '70 como Jim Starlin, Steve Englehart y Roy Thomas. En el principio, cada Universo Marvel nace de la muerte del anterior. Actualmente está en su octava iteración. En el momento de su muerte, cada universo expulsa a un solo habitante, que ingresa en la próxima versión y se convierte en una constante cósmica. Galan, procedente del sexto universo, escapa y se convierte en Galactus, el devorador de mundos. A la par, en el magma primordial, se asientan las fuerzas cósmicas inmutables: Eternity, su hermana Infinity, Master Order, Lord Chaos y Death. Es, entonces, un universo cíclico y predeterminado en su creación. El puntapié inicial fue dado por los Celestiales, entidades cósmicas creadas por El Primer Firmamento, el ser celestial que era la representación del primer universo, donde no había vida y nada pasaba. Los Celestiales se rebelaron contra él, queriendo vida, muerte, creación, jolgorio y jarana, y lo destruyeron.
Los Celestiales, creaciones de Kirby en los '70, originalmente no estaban pensados para integrarse al Universo Marvel "oficial", sino que eran un concepto creado por el demiurgo del Bronx para su serie cuasi-independiente The Eternals. Los Celestiales son gigantes inscriptos con Kirbytech, esos arabescos entre místicos y tecnológicos que dibujaba El Rey. Son los seres más poderosos del Universo Marvel, y han estado viniendo a la Tierra desde tiempos inmemoriales y experimentando con ella, creando todo tipo de seres vivos, desde los Eternals y los Deviants, hasta los mutantes y los superhéroes. Los Celestiales son científicos y están interesados en que la vida evolucione. Periódicamente ejercitan el juicio: si un mundo es considerado indigno es destruido para dar lugar a nuevas formas de vida. Son la imaginación científica: el progreso y la experimentación por encima de la moralidad.
El Universo DC es un universo más alineado sobre el eje clásico del bien y el mal, con una clásica moralidad de las grandes religiones monoteístas. Paradójicamente, su estructura es más caótica y menos determinista, lo cual permite que sus héroes sean más luminosos y que su alineamiento con las fuerzas del orden no sea cuestionado, pues las fuerzas del orden son también las fuerzas del bien. Mientras tanto, el Universo Marvel es un universo de exploradores, científicos y cacharreros que experimentan con la vida misma. Es un universo simultáneamente más dirigido y más caótico, en el que la moralidad de la creación no es clara, porque más de una vez los experimentos de los Celestiales salen mal, y el libre albedrío y el deseo de vivir de sus creaciones exige la rebelión.
Esto también refleja la posición respectiva, vis a vis la historia del género de superhéroes, de ambos: DC nació del caos primordial de la Golden Age, una época en la cual los creadores pensaban que estaban haciendo fábulas tontas para niños (¡y soldados en el frente!) en el cual el bien triunfaba y el mal era derrotado. Gracias a Superman, Batman y Wonder Woman, se convirtió en el Elder Statesman del cómic de superhéroes: la fuerza del conservadurismo, de la reacción, del stasis. En cambio, Marvel inaugura la Silver Age con la fuerza del outsider a punto de desaparecer, forzado a inventar algo para zafar: en su origen, era el rebelde, la compañía que se identificaba con los estudiantes universitarios, los hippies anti-Vietnam y los drogadictos.
Hoy, ambas son conglomerados multimedia que se expanden como manchas venenosas en el panorama imaginativo de la humanidad, procesando, instrumentalizando, transformando todo en una versión de sí mismas. Pero algo de estos imaginarios aún persiste en las poéticas respectivas de sus cómics, en la imaginación de sus fans, y está inscripto en su cosmogonía.

Demiurgos, los empleados de la imaginación
El Universo Ultimate original fue lanzado en los albores de los 2000 por Bill Jemas (entonces presidente de Marvel), Mark Millar y Brian Bendis. El concepto era fácil: los personajes clásicos, contados de cero y modernizados. Exitosísimo, lanzaría las carreras de ambos a la estratósfera, inventaría personajes como Miles Morales e influiría de forma decisiva al MCU. Pero en 2015, luego de 15 años de historias y presa de la predecible sangría de lectores de una idea que una vez fue original pero luego acumuló continuidad hasta el punto de hacerse incomprensible, Marvel lo mató. De la iteración original solo sobrevivieron dos personajes: Miles y The Maker, una versión maligna de Reed Richards, atrapados en el Universo Marvel original.
En 2021 comenzaron a circular rumores de que Donny Cates, saliendo de un exitosísimo run en Venom, iba a relanzarlo. Pero la tragedia golpeó como un rayo: Cates tuvo un accidente de auto en 2022 que lo dejó con una pérdida de memoria de seis meses, obligándolo a abandonar el proyecto. Entonces, Marvel acudió a Jonathan Hickman, quien venía de dar vuelta a los X-Men como una media como parte de su rol como "idea man" de la compañía, encargado de revitalizar áreas abandonadas.
Hickman retomó una de sus obsesiones: un grupo de hombres poderosos que dominan el mundo tras bambalinas. La canalización tanto de la teoría del Gran Hombre de la Historia como de la conspiración en un siglo XXI en el cual los oligarcas y políticos son cada vez más lejanos y aristocráticos, y esta democracia no sirve más que para cambiar los mascarones de proa de un proceso continuo de pauperización.

The Maker escapa a un mundo hasta entonces no descubierto, el cual pervierte impidiendo los orígenes secretos de sus héroes más famosos. Peter Parker nunca fue mordido por una araña radioactiva: en cambio es un padre de familia con una vida armoniosa. El Capitán América nunca fue descongelado. Los Fantastic Four fueron mutados por los rayos cósmicos de una forma abominable, causando su muerte. El único sobreviviente, por decisión del Maker, es Reed Richards, a quien tortura física y psicológicamente hasta transformar en el nuevo Doctor Doom. Sí, el tipo se tortura a sí mismo. Mientras tanto, organiza su logia secreta, que divide los continentes en feudos privados, sin input de sus poblaciones. Un mundo quieto, ordenado, sin la acción caótica de los superhombres, gobernado con puño de hierro. Un mundo más parecido a DC, pero con el mismo principio cosmológico de Marvel: la experimentación.
Por su parte, DC le confió su nuevo universo a Scott Snyder. El adlátere de uno de los runs de Batman más exitosos, continuado en dos crossovers exitosísimos, Metal y Death Metal, que expandieron la pintura celeste del universo DC. Es el creador de Perpetua y del "Multiverso Oscuro". En general, Snyder tiene mejores ideas que ejecución, y sus cómics a menudo se sienten estirados y poco consecuentes, pero tuvo una idea brillante –o al menos disruptiva– como anclaje del mundo Absolute: cuando Darkseid asciende, se vuelve uno con el cosmos, y su esencia "infecta" un mundo, causando que en este los héroes sean los underdogs: un Batman sin riqueza, una Wonder Woman que no fue criada en la Isla Paraíso con sus hermanas amazonas, un Superman que llega a la tierra adolescente y que apenas conoce a los Kent. La podredumbre está en la raíz del mundo. ¿Qué queda de los héroes cuando se les quita su condición de defensores del statu quo, sus cunas de oro, su adoración por las masas? Un mundo más parecido a Marvel, pero con el mismo principio cosmológico de DC: la lucha entre el bien y el mal.
La poética del múltiplo
Así vistos, los dos lanzamientos comparten un nexo común: la idea de un "mundo dado vuelta", controlado por fuerzas poderosas y malignas, un poder simultáneamente personal, encarnado en unos pocos overlords; y espectral, porque nadie tiene la obligación de dar respuesta frente a la polis acerca de las decisiones tomadas sobre el capital, los cuerpos y las mentes. El famoso "no hay operador central" de Mark Fisher. En el Universo Ultimate esto es explícito: el Maker ha hecho de la democracia un atavío olvidado que se enseña en las escuelas como un sistema defectuoso. El punto de partida del drama introduce, sin embargo, una cuña.
Howard Stark, el padre de Tony, quien en esta realidad es el gobernante de los Estados Unidos, se rebela en contra del Maker y, con la ayuda del retorcido Doctor Doom de este plano, lo encierra dentro de la ciudad hipertecnológica que funciona como su base de operaciones en Latveria. Pero solo pueden tenerlo allí por dos años, lo cual funciona como el gimmick del universo: estos 24 meses transcurren en tiempo real del universo extradiegético. La narrativa arrancó en diciembre de 2023 y el Maker emergerá en diciembre de 2025. Eso les da a los pocos y golpeados héroes que componen la resistencia una chance, un tiempo para preparar la revolución. Pero también un deadline.
En el Universo Absolute no hay tanta corporización como ontología: hay una serpiente enroscada en las raíces de Yggdrasil, el árbol del mundo, y esa serpiente es Darkseid. Entonces todo se siente ominoso, los héroes solos, las grandes corporaciones en manos de los villanos.
Esta diferencia en aproximación a conceptos a primera vista tan similares marca de forma clara los resultados. En la Tierra Absolute pareciera que hay un principio estético más arriesgado, basado en duplas creativas firmemente establecidas a las que se les ha dado mucha libertad: Scott Snyder y Nick Dragotta en Absolute Batman, Kelly Thompson y Hayden Sherman en Absolute Wonder Woman, Jason Aaron y Rafa Sandoval en Absolute Superman, Deniz Camp y Javier Rodriguez en Absolute Martian Manhunter, Al Ewing y Jahnoy Lindsay en Absolute Green Lantern y Jeff Lemire y Nick Robles en Absolute Flash.

Sandoval, acompañado por los colores de Ulises Arreola, tiene un estilo de dibujo bastante "realista" y hasta grim and gritty, de colores apagados, cuerpos anatómicamente precisos y sobreabundancia de armas, tanques y tecnología militar. Pero los demás dibujantes exploran avenidas poco convencionales para el cómic de superhéroes moderno. Nick Dragotta marca la pauta con su Batman hipertrofiado y sus villanos de extremidades imposibles, caras elongadas y cuerpos monstruosos, como una versión de una casa de espejos de la anatomía entendida por Burne Hogarth. Hayden Sherman es puro preciosismo, con unas composiciones de página elaboradísimas que remiten a la disposición visual de la cerámica griega. Javier Rodríguez es un estallido de colores planos y líneas claras, un vergel psicodélico en el cual las palabras, los colores, los cuerpos, los pensamientos y los recuerdos coexisten en el mismo plano gráfico, que es también el plano de la mente. Jahnoy Lindsay es quizás el que más decepciona a primera vista, por sus composiciones aparentemente despojadas y por momentos ligeramente bocetadas, hasta que se percibe que el registro visual al que está remitiendo es el del manga: todo acción y líneas cinéticas y cuerpos centrados en el movimiento. Finalmente, Nick Robles alterna entre layouts de página de cuadros cerrados en los cuales la angustia adolescente de Wally West está en primer plano, y layouts de cuadros abiertos y dinámicos en los cuales la energía que lo apresa se convierte en escape y maldición.
En general, todas las aproximaciones gráficas son novedosas y resaltan por su planteo de página, sus colores, su dinamismo y la distorsión de sus cuerpos. Y esto se refleja en las historias, que están dispuestas a tomar decisiones arriesgadas, sobre todo en las lógicas subyacientes que dinamizan los conceptos. Los héroes han sido resignificados por "correr de atrás", pero no solamente ellos, sino las estructuras familiares, económicas e institucionales que los bancan: no hay Familia Amazona, en Oa son rebeldes en vez de policías, no hay Speed Force, no hay Familia Flash, no hay Kents o Daily Planet. John Jones, el Martian Manhunter, es el mejor ejemplo de esto: un personaje aislado, incapaz de hablar, lleno de secretos. El primer contacto con alguien que lo entiende es con el marciano que habita en su cabeza, de quien literalmente no puede esconder nada. Esta re-dinamización de lo conocido hace relucir la pepita en el corazón de los héroes que se mantiene igual, a la vez que los empuja a una situación de resiliencia en base a fragmentos, recuerdos, invenciones identitarias hechas de partes. Snyder dijo que en este universo los héroes son fuerzas del caos, palos en la rueda del Gran Orden.
Por su parte, el Universo Ultimate arranca tres buenas series en Ultimate Spider-Man, Ultimates y Ultimate X-Men, pero su gimnasia narrativa parece rígida, devota a arquetipos demasiado fuertes e icónicos para ser cambiados de esencia. Spider-Man, de Hickman y Marco Checchetto, es sin dudas el corazón de la línea y está basada en algo que a menudo se le recrimina al guionista: la caracterización. Es una historia de superhéroes, pero basada en las relaciones entre Peter, Mary Jane, Harry Osborn, Gwen Stacy, Ben Parker (que en esta continuidad está vivo) y J. Jonah Jameson. Personajes adultos cuyos problemas están más en sintonía con la realidad de los gordos cuarentones que leen cómics ahora que con la de adolescentes. Ultimate X-Men, de Peach Momoko, habita un territorio bastante lejano en términos estéticos: es un manga shojo, con personajes cute y un poco ultradeformes, que avanza lentamente, contra un solo villano. El estilo chibi y acuarelado de Momoko, un estallido total en ventas en los últimos años, acompaña una historia de escuelas secundarias, aislamiento, experimentos genéticos.

Ultimates, guionado por Deniz Camp (el eslabón creativo común entre ambas compañías) y dibujada por el talento rosarino Juan Frigeri, sirve como el pegamento que une a toda la línea, que nos da el shock del reconocimiento al traer personajes clásicos en nuevas versiones. Sin embargo, por momentos parece tener una idea de revolución un poco simplista y demasiado optimista. La línea original se completa con Ultimate Black Panther, de Bryan Hill y Stefano Caselli, que es un desastre: un cómic mal estructurado, en donde todo lo que sucede es narrado más que mostrado, con antagonistas que cambian sin sentido, y cero para decir sobre la situación geopolítica y de poder que caracteriza al personaje. En los últimos tiempos se agregó Ultimate Wolverine, pareciera más por el nombre taquillero del personaje que por tener algo nuevo para decir sobre él.
Sin embargo, frente a la innovación gráfica y narrativa del universo Absolute, el Ultimate parece más interesado en contar otra versión de las mismas historias de siempre. La gran originalidad quizás consista en proponer una historia de superhéroes con final: todo indica que, una vez que vuelva el Maker, el universo llegará a su clímax en la apropiadamente titulada Ultimate Endgame. Quién vivirá, quién morirá, si se logrará ejecutar un clímax de rebelión creíble, y si Marvel dejará morir a su actual gallina de los huevos de oro, todavía está en el aire. Mientras tanto, Snyder ha dicho que concibe al Universo Absolute como siguiendo por muchos años.
Existe una anécdota famosa en la historia del cómic estadounidense. Es imposible de comprobar, pero una leyenda –siempre hay que imprimir la leyenda– indica que Stan Lee reunió al staff de Marvel en algún momento a fines de los '60 para comunicarles algo importante. Es fácil imaginar a Lee vestido con pantalones acampanados, los últimos botones de la camisa abiertos, mostrando el pelo en el pecho, anteojos oscuros con aumento, bigote voluminoso, campera de cuero marrón, sentado en su oficina en Marvel con una ventana que mira hacia Madison Ave., usando todo su encanto de vendedor de aceite de serpiente para decirles lo siguiente: durante los años '60, Marvel había evolucionado demasiado. Peter Parker se había graduado de la secundaria, Capitán América había vuelto y armado unos Vengadores completamente diferentes, Reed Richards y Sue Storm habían tenido un hijo, el Doctor Strange había conocido al Infinito. Estos eventos hacían que los personajes fuesen cada vez más difíciles de reconocer para el público. Stan Lee se baja los anteojos, mira lentamente a la concurrencia y dice: "A partir de ahora, Marvel no vende cambio, sino la ilusión del cambio".
Desde entonces, generación tras generación de creadores han intentado dejar su marca en los mismos personajes, dando lugar a una plétora de interpretaciones, remixes, reboots, nuevas versiones jóvenes que siguen los pasos de los antiguos y sobrepueblan el universo. Cuatro, cinco, seis Robin en simultáneo. A la vez, esta tendencia tiene su correlato en un incrementado barroquismo de la arquitectura de los universos. Por un lado, al nivel de los personajes, se hunde cada vez más en el simulacro total, en el cual ya la versión original, platónica, es irrecuperable por la acumulación de continuidad y la forma en que es recombinada a la manera urraca por los creadores. Por otro, un nivel cosmológico en el cual la multiplicación de niveles de poder y orígenes míticos busca poner cada cosa en su lugar en el medio de una proliferación de signos imposible. Los universos Ultimate y Absolute son, simultáneamente, el último intento en una larga cadena de volver a un platonismo originario, perdido como todo paraíso, y una acumulación más en la cadena de simulacros.
Avanzar arrancando de cero. Acumular intentando descartar. Renovar volviendo a las bases. La magia y la maldición del género de superhéroes es su solipsismo de la esponja: un género que se renueva continuamente inscripto en lo contemporáneo, pero que no puede dejar de hablar de sí mismo.