Las precuelas de Star Wars son el derrotero de Anakin Skywalker a Darth Vader: sí, es la razón por la que estamos acá, todo muy lindo. Por un lado, Anakin es espejo del desarrollo que tendría su hijo Luke: surgir "de la nada" para volverse la figura en la que el orden cósmico descansa, el cruzado de un nuevo paradigma galáctico; tener talento natural en la Fuerza; y darle al amor un rol fundamental en la conclusión de la trilogía.
Sin embargo, Anakin sí surge "de la nada" –de la Fuerza en su estado puro e informe, como Jesús naciendo de María como milagro de Dios–, en vez del metafórico "de la nada" de Luke como alguien que viene de un no-lugar (Tatooine). Anakin termina siendo el campeón del Lado Oscuro y no de la Fuerza como orden armónico al que rinden pleitesía los Jedi. Y, por último, el amor en esta saga está "más allá del bien y del mal": el amor de Luke por la vida es tan fuerte que lo lleva a perdonar a su (genocida) padre; en cambio, el amor de Anakin se traduce en temor a la pérdida de sus afectos y es la herida por la que las palabras de Palpatine se arman un camino para volverlo Darth Vader.
Si no entendiste todo esto de taquito la primera vez que viste las precuelas de Star Wars es porque te falta comprensión lectora. Nuestro objetivo no es el pseudo-jungianismo esotérico cuasi-zoroástrico en el que opera el universo Star Wars, que a veces no sabe si es un panteísmo de moralidad dudosa o si es realmente la lucha del Bien contra el Mal. No, acá nos importaría hablar de teoría política, de derecho constitucional. Porque la historia de las precuelas es –también– la historia del colapso de una república democrática. Y para la desgracia de todos los involucrados, una bastante coherente dentro de todo.

Hipótesis: la República Galáctica era una Confederación
¿Quién es el protagonista de las precuelas? ¿Anakin, Obi-Wan, Padme? Lo son, sí, pero si hay un personaje alrededor del cual todo gira, ese termina siendo Sheev Palpatine, Darth Sidious, el Emperador de la Trilogía Original. Que en la primera película es sólo el senador representante de Naboo, un pequeño planeta, en el Senado de la República Galáctica.
En el Episodio I nos encontramos con una República Galáctica que a los efectos descriptivos es, si nos basamos sobre todo en las lecciones del jurista inglés A. V. Dicey, una Confederación. Hay un Senado donde cada asiento representa un planeta, sector o grupo masivo de interés (Federación de Comercio, Clanes Bancarios, etc.) pero no hay un parlamento o cámara de diputados. Sería el grado mínimo de Estado democrático en términos de centralización de los asuntos políticos, en tanto las unidades políticas tienen un grado amplio de autonomía: por más que un planeta esté mucho más poblado que muchos otros juntos, todos son iguales en tanto planetas, todos tienen un voto en el Senado.
Con todo, hay proporciones. Por ejemplo, los suizos son una confederación estable, pero también son pocos y viven de forma bastante pacífica por no estar muy extendidos. La extensión territorial y la población son las variables fundacionales del federalismo y la política representativa. Muy lindas la democracia ateniense y la república romana pero, como señala Hobbes, ya no se gobierna de forma autónoma a pocos miles de hombres sino a multitudes, y en enormes extensiones. Y como señalaron teóricos estadounidenses como Hamilton, el problema de las confederaciones, de las ligas de estados como la Liga de Delos, es que –citando también a Qui-Gon Jinn– "siempre hay un pez más grande". Incluso dentro del propio estanque de la unión política: los estados autónomos más fuertes (Macedonia, o la Federación de Comercio) pueden doblegar políticamente –militarmente si es necesario– a los estados menores (Tebas, o Naboo).
La República Galáctica sólo tiene como organismo central un Senado (compuesto de estados que se apuñalan entre sí), la burocracia, los Jedi y un Canciller, Valorum. Una posición bastante similar a la de un primer ministro: es designado por la asamblea legislativa-ejecutiva, un origen relativamente débil comparado al de un presidente. Políticamente, la Federación de Comercio busca someter a Naboo para mejorar sus rutas comerciales, de modo que Palpatine –que es Darth Sidious y está jugando al ajedrez 3D a nivel galáctico y gobierna ambos bandos desde las sombras– convence a la reina Padme Amidala de Naboo de, haciendo públicos los horrores de la guerra, pedir un voto de no confianza a Valorum –como pedir la renuncia del primer ministro, básicamente–. Así asume el poder como canciller nuestro verdadero protagonista, Palpatine.

El devenir de la República Galáctica como Federación
La Constitución no es sólo el librito celeste que quizás tengas en tu casa. Y, a veces, lo que describe ese librito no existe en la realidad objetiva. La Constitución es la organización política de una sociedad, su forma de gobierno, inscripta desde el siglo XIX en una legislación llamada fundamental. Así se confunde la forma política de gobierno con su codificación escrita.
Volvamos a Dicey. Él daba el ejemplo de que con la división de la esfera política estadounidense entre Republicanos y Demócratas, el Colegio Electoral terminaba siendo una elección entre los dos partidos del Presidente bajo una base federal, como un Senado para elegir el Presidente, en vez de una "comisión de los virtuosos de la Nación". Es muy linda la constitución escrita, pero aplicarla a la realidad o poder seguir aplicándola luego de cambios fundamentales en la sociedad es otra cosa. Dicey lo entiende así porque es inglés y los ingleses no tienen constitución escrita, sino un orden político basado en el desarrollo orgánico del poder en la sociedad y sus codificaciones escritas.
¿Qué distingue a la Federación de la Confederación? La presencia de una cámara de diputados acompañando al Senado, por ejemplo, pues las unidades políticas se reconocen ahí como una misma entidad nacional en un grado mayor. Lo que prima es la idea –vuelvo a Dicey– de que aunque vivimos en lugares muy distanciados y nuestras costumbres no son idénticas, somos el mismo pueblo. Bonaerenses y rionegrinos somos igual de argentinos: a los primeros les corresponde una cantidad amplísima de diputados (principio democrático), pero ambos tienen el mismo número de senadores (principio federal). Esto es un grado más alto de centralización que el previo, porque ahora la voluntad de las unidades está contenida –aunque contiene, también– por la voluntad de la población, y una unidad más poblada tiene comparativamente más voto.
En términos de unidad nacional, es imposible hacer una federación de alienígenas. Sí, existe Star Trek, pero eso es más bien una confederación. No me refiero a una organización internacional que funge como grupo unitario (una confederación) sino poder igualar como cuerpo nacional identidades que no pueden serlo. Si entre humanos es bastante complejo por tradiciones culturales, legales, religiosas y tales, imagínense entre seres vivos que no son de la misma especie y que habitan a años luz.
Pero es en la Guerra de los Clones en la que Palpatine mueve las cositas hasta el centro galáctico de Coruscant. Empieza una guerra, con la Federación de Comercio ejerciendo ataques terroristas con sus droides y mercenarios, agregando aliados corporativos como los vendedores de armas de la Techno Union o los Clanes Bancarios Intergalácticos, bajo el liderazgo de Darth Tyranus (el ex Jedi Conde Dooku). Y ahí es donde entran los clones. La Confederación de Sistemas Independientes (o CIS) tiene un ejército centralizado: los droides, porque en última instancia, la base de toda constitución posible es la del monopolio de la violencia hacia dentro y el poder defenderse hacia afuera. Y la República Galáctica no tiene eso: es una confederación, cada unidad política podría poner su ficha en la guerra, pero no lo hace porque no hay autoridad común para eso.
Los gungans y humanos de Naboo pusieron carne en la parrilla cuando fueron invadidos por la Federación de Comercio porque su propia soberanía estaba amenazada. Pero la República Galáctica no está en condiciones más que para esperar que la última comisión Jedi enviada logre resolver la paz. Lo que no es muy seguro, porque los Jedi son una orden religiosa con su propia agenda. Y acá es donde los droides y los clones cierran el círculo: porque son carne de cañón. Están un poco por debajo de la condición de persona para todos los jugadores. Con los droides ni hace falta explicarlo: son máquinas y el lugar de los robots en Star Wars es de esclavos, con los que somos educados a veces.
Palpatine fue moviendo las fichas de modo que termina adquiriendo los poderes de excepción de la mano de un discurso del super senador Jar Jar Binks para poder formar el Ejército de los Clones oficialmente. Poniendo bajo jurisdicción de este ejército al poder judicial –que ya estaba en manos de Moff Tarkin–, comisionando una armada espacial y avisando que él ama la democracia igual. Ustedes tranquilos, que termina la guerra, disuelve el ejército y abandona la cancillería. Claro está, cuando termine la crisis.

Del presidencialismo al Imperio
No hacía falta para ese momento una cámara de diputados, pues ya había un Estado centralizado efectivo: ya no era una Confederación la República Galáctica, no por la duración de la Guerra de los Clones. Lo hubiera sido si cada sistema de planetas reclutaba tantos miles de soldados y encaraba en conjunto la guerra con los CIS, en vez de comisionar una fábrica de humanos para que haga carne de cañón con la misión expresa de morir por alguien –quizá se merecía morir la República–.
No lo hicieron, y la constitución mutó entonces hacia la centralización. En una federación o Estado unitario normal, la separación de poderes se asegura en que el jefe de Estado y/o cabeza del ejecutivo –primer ministro, canciller, presidente, incluso rey– no pueda andar ignorando o rompiendo las leyes. Eso asumiendo que no estemos en un caso de excepcionalidad normativa. Acá tenemos que dejar al aburrido pero preciso Dicey para pasar al más controvertido Carl Schmitt.
En el marco de la crisis de la república de Weimar, Schmitt proponía que el Presidente del Reich debía gobernar por plebiscito popular y/o de ser necesario, con los decretos y poderes de excepción que le dotaba la Constitución para pelear contra los intereses corporativos (una federación de comerciantes) o ideológicos (religiosos, partidos) que atenten contra la unidad neutral del Estado, y con ello afirmarse como soberano.
Luego de que los Jedi trataran de arrestar/matar sin éxito a Palpatine, al descubrir que había sido Darth Sidious todo este tiempo, éste tiene suficiente para entrar al Senado y señalar la traición de los Jedi y su subsecuente exterminio, mientras termina de destruir a los CIS. Y se declara Emperador. "So this is how liberty dies... with a thunderous applause." No disuelve al Senado, que sí es una de las primeras cosas que hace en el Episodio IV, casi dos décadas después.
Pero, a efectos prácticos, ya pasamos al Imperio, la primacía de las legiones militares y su componente industrial militar y de inteligencia como el orden decisor en última instancia de la vida pública. Para Hobbes y Schmitt, la decisión final sobre todos los asuntos es lo que constituye la esencia de la soberanía: en una república democrática se busca fraccionar la decisión en poderes a los que se pueda llegar –en teoría– como civil, como cualquier otro ciudadano, por medio del sufragio. La soberanía está empujada al fondo, por así decirlo, hay un ejercicio constante de la democracia.

La rendición de la democracia
Mi escena favorita de las precuelas es cuando Mace Windu mata a Jango Fett. Muy fuera de contexto, ¿no? Duelo láser, decapitación, Dooku se sorprende y Boba Fett, hijo del finado, queda traumatizado de por vida. Esto es esencial porque a un "caballero cruzado de la justicia cósmica" –una descripción de lo que los Jedi, en esencia y teoría, son– no me lo imaginaría decapitando a nadie. A ver: lucha armada a muerte, obvio que Windu está obligado por las circunstancias a matar a Fett. Pero la escena se para a mostrarte cómo Dooku se sorprende de la brutalidad de lo que ocurrió y cómo Windu mira con asco a la cámara y luego al suelo como diciéndose: ¿acabo... acabo de hacer eso realmente?
Las precuelas son la historia de cómo la República cae, sí. También de cómo cae la Orden Jedi. Por buscar la profecía, por querer jugar a la política sin querer jugar a la política, aceptando el ejército de los clones, pero sin querer evitar el estado de excepción; aceptando que Anakin sea guardia personal de Palpatine, pero solo para espiarlo. Entre el juego palaciego y la doctrina se confundieron, por ortodoxia saben que Anakin es demasiado grande e inestable para entrenarse como Jedi, pero: ¿y si la profecía? No quieren meterse en los asuntos internos de la política de la República, pero todos sabemos que incluso la decisión de no meterse es una decisión.
Y del Senado ni hablemos. Confirman todas las críticas que les hace Palpatine: son cobardes que no quieren convocar a las armas a sus propios planetas para defenderse de los separatistas ni para proteger al prójimo, de modo que prefieren comisionar un ejército de seres humanos de probeta para que luche; y que por favor el Canciller se haga cargo de esto. En una entrevista, George Lucas dice algo terrible en su iluminación oscura: las democracias no son tomadas por tiranos, sino que se dejan morir. Se rinden porque no se cuidan, porque los representantes y funcionarios se olvidan de que –parafraseando a Stannis Baratheon– no tienen que conseguir el cargo para salvar la república sino salvar la república para conseguir el cargo. Es un deber de todos los días cuya recompensa es su propia salud; y tiene una salud frágil. Y cuando el pueblo se siente fallado por sus representantes, tiende a preguntarse si no debe apostar por un tipo de orden que no tenga su basamento en él, si lo van a engañar. Quizá mejor en el lado oscuro. O el cielo.
