Hace algunas noches, charlando con mis amigos más íntimos, caímos en una conversación profunda sobre el propósito profesional en la vida. Especialmente sobre una idea que los pesimistas detestan: la de que si tu intención es suficientemente intensa, y emprendés y activás con suficiente vigor, "los planetas se alinean" para que tus metas se cumplan. Esa intuición cuasi-mística es, en mi opinión, una sintetización cierta pero demasiado pretenciosa de algo mucho más terrenal: el poder del networking.
Uno de mis amigos argumentaba, con toda la razón, que la gente que predica esto está influenciada por el sesgo del superviviente (survivor bias). Básicamente, que solo oímos las historias de los que ganan, ignorando a los que intentaron lo mismo y fallaron. Y es lógico: todos los que dicen "si ponés energía y tenacidad, el resto se acomoda solo" son los que efectivamente triunfaron y pueden correlacionarlo y racionalizarlo así. Mi lectura es distinta. Esa "ley de atracción" es solo una forma poética de describir cómo se siente en las tripas cuando las cosas salen bien: es como si el universo estuviera de tu lado. Es la forma emocional de explicarlo. Y en verdad, es un juego probabilístico. Y funciona en cámara lenta.
Como dijo en UBSN mi amigo Pak: cuando aumentan los actores involucrados en un escenario determinado, la cantidad de relaciones no crece lineal sino exponencialmente. En este contexto, cuantas más acciones te exponen al mundo (una idea, un proyecto, una presencia, un gesto, una intervención; ser valioso, comunicativo o simplemente divertido), más "nodos" creás en una red de interconexiones posibles. Cada una de tus acciones genera nodos nuevos, y esos nodos tejen una "red de potencialidad" que abre puertas nuevas y casi siempre insólitas.
Sí, hay gente talentosa, tenaz y buena que nunca ve ese "final feliz" o su propia conspiración cósmica. ¿Por qué? Porque la mayoría de las veces les falta el otro skill clave para meter los goles: no es solo generar dichos nodos, sino también explotarlos. Hay gente increíble que genera nodos pero no los explota, y hay gente mediocre que sabe cómo exprimir hasta la última oportunidad y parece que vive bendecida por los dioses. Yo no niego mi suerte –la he tenido en muchos aspectos–, pero soy consciente de que esa suerte solo existe gracias a que antes fabriqué una cantidad absurda de potencialidad alrededor mío. El efecto no es inmediato. Y generar puntos y saber constelarlos es un arte.
Por eso, cuando uno se regodea pensando que a la gente que uno odia le va a ir mal, pero luego los ves tomando buenas oportunidades por su pericia en explotar estos nodos, hay que preguntarse: ¿no estaré resintiendo mi propia falta de acción sobre lo que tengo a mano?
Me costó años admitir uno de mis aprendizajes profesionales más profundos que después terminó siendo mi framework de capa cero, totalmente antinatural para cómo yo veía el mundo: el volumen le gana a la calidad.
Si vos estás obsesionado con la pieza perfecta y tardás meses encerrado puliéndola (o incluso no haciendo nada por el mero horror existencial del juicio ajeno), para cuando salga al mundo, ya no le importará a nadie y no tendrá el impacto que esperás. La señal llega cansada y llega a un ecosistema que siguió de largo sin esperarla. La impotencia que eso produce y la sensación de que "el mundo está arreglado" en tu contra puede volverse crónica y es cada vez más común.
Más adelante entendí que repetir y deliverear consistentemente vale mucho más que fabricar una "hidden gem" o una "lost tape". El juego es no pensar que existe una tensión entre volumen y calidad. Es pensar cuál de los dos te arma de una red con más potencialidad para oportunidades más divertidas, significativas o lucrativas. Cuál multiplica más la superficie de contacto con la realidad.
Volviendo al cuentito de "atraer lo que querés", ya sabemos que es pésima literatura. Pero vale la pena mirar lo que intenta describir: la práctica de operar con intención nítida deviene en una fuerza casi gravitacional. La capacidad de hacer que la gente quiera estar alrededor tuyo, de generar memoria positiva en otros. El poder de volver mejor un espacio simplemente al estar ahí.
Eso también es un arma. Ancestral, psicológica, política incluso. Ser una "fuerza del bien" en los lugares que habitás –aunque en un principio te saque de tu zona de comfort, zoomer insolente– te vuelve un nodo gravitacional: más gente te busca, más oportunidades aparecen, más quests se abren. Si entendés el networking como un sistema de potencialidades en expansión, ser contagioso es el multiplicador.
Dicho eso: hay que podar. No toda conexión sirve. Algunos círculos son pozos gravitacionales: te chupan energía, te achican el mapa y te devuelven mucho menos de lo que das. La contracara de generar potencialidad es impedir que se estanque. Ser selectivo es parte del truco. Si querés que la probabilidad juegue para vos, necesitás una red en movimiento y cargada de gente luminosa. Y para eso hay que saber decir que no.
Esto también es una forma de soberanía cognitiva. Ante el asedio constante sobre nuestro estado de ánimo y los ataques permanentes a cómo nos sentimos respecto a nuestras vidas, úsese esto de contraofensiva: volver tu estado interno un vector que altera la red. Usar la misma lógica del enemigo, invertida. Convertirte en un generador deliberado de energía que habilita al otro. Porque esa es la parte que nadie dice: cuando vos generás energía en el resto, esa red responde, crece, se retroalimenta y ulteriormente, te hermana con tu propósito.
No es el cosmos. No son los planetas. El networking no es "conocer gente" o ir a convenciones. El ejercicio que propongo es construir y alimentar ecosistemas donde la probabilidad juegue a tu favor. El universo no recompensa la intención sino la estructura. Diseñá el tablero para que las cosas se vuelvan inevitables y vas a empezar a parecerle suertudo a los que no sabían la ley secreta de las coincidencias.