Qué es el Metajuego: del tablero a la vida real
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Si bien como estudiante de Filosofía es imposible no chocarse con la palabra metafísica, fue a partir de jugar Magic: The Gathering que realmente empecé a prestar atención al concepto de meta. Este artículo es un intento de explicar un uso más bien coloquial y cotidiano de ese concepto. En particular de la idea de "metajuego" y una aplicación heterodoxa a la vida cotidiana. Vamos.

La metafísica de Aristóteles

En lo que se conocía como canon aristotélico, es decir todos los libros de Aristóteles que permanecieron dentro de Occidente a lo largo de la historia –gran parte "se perdió" en Oriente y reingresó a Europa siglos después–, había una serie de libros al final que nadie sabía muy bien cómo catalogar. Se les puso "metafísica" porque es sencillamente lo que viene después de la física. El prefijo meta tiene esa acepción, venir después de o arriba de. El objetivo de Aristóteles en ese libro era llevar a cabo una investigación sobre "las causas primeras", es decir el origen del universo, pero no en el tiempo cronológico como lo pensamos los contemporáneos sino más bien en su ordenamiento estructural. Algo así como la búsqueda de las leyes fundamentales que rigen el universo. A esto lo llamó metafísica. Y no, no tiene nada que ver con el esoterismo new age.

El segundo momento en el que me choqué con el prefijo meta fue también en la facultad de Filosofía y Letras de la UBA, en el curso de Introducción a la Lógica que dictaban Alberto Moretti y Eduardo Barrio. En ese caso, no sólo estudiábamos lógica sino también metalógica. Mientras que la lógica o lógica de predicados refiere a un sistema axiomático formal capaz de establecer proporciones a partir de ciertas reglas básicas (los axiomas), la metalógica refiere a la justificación teórica de esos axiomas y no otros. Mientras que en la lógica de predicados podemos hacer algo más parecido a un cálculo, por ejemplo del tipo "Si P entonces Q; P, por lo tanto Q" (un modus ponens básico), en metalógica estudiamos la heurística detrás del modus ponens y por qué es una forma de razonamiento lógica.

La tercera vez que me encontré con el concepto de "metajuego"  fue jugando Magic: The Gathering. ¿Cuándo no?

El metajuego de Richard Garfield

La noción de metajuego la adquirí en mi época de joven inquieto, cuando recorrí algunos lugares insólitos de internet para encontrar formas de mejorar mis habilidades en los juegos de cartas. Magic, el mítico TCG creado por Richard Garfield en 1993, había sentado las bases de todos los juegos por venir. Era el equivalente al ajedrez. Una vez que entrabas ahí, todo lo demás parecía cotillón, aunque hay que decirlo: todos los juegos de cartas coleccionables son parecidos.

Todos son alguna variante de armar un propio mazo de entre unas 40 a 60 cartas (aunque esa cantidad depende mucho de los modos de juego), derrotar al oponente que juega con su propio mazo, con alguna condición más o menos específica. Sacarle todas las vidas, negarle algún tipo de recurso, cumplir cierto objetivo, conseguir una carta que indica que ganaste el juego.

Pueden variar el nombre, el mundo que representan o la propiedad intelectual a la que pertenecen, pero en definitiva la gran mayoría de los TCG clásicos son versiones diferentes de Magic. Aunque desde hace algunos años existen juegos que específicamente intentan no replicar las reglas del hermano mayor.

Ni bien arranqué a jugar, allá por el año 2000, soñaba con un mazo definitivo que ganara en cualquier situación y que no requiriese una constante actualización acorde a la aparición periódica de nuevas cartas. Sin embargo, pronto me di cuenta de que ese Santo Grial no existía. Era imposible. De existir, todos los jugadores ya lo habrían encontrado y copiado al infinito. Así fue cómo me topé con la existencia del metajuego.

Esto es, nadie que juegue Magic de forma competitiva lo hace "en el vacío", sino todo lo contrario. Cada jugador enfrenta a otro que seleccionó algún tipo de estrategia, más o menos arquetípica. En general, estas estrategias son fuertes contra algunas y débiles contra otras, lo cual deviene en una especie de piedra, papel o tijera pero muchísimo, muchísimo más complejo. Pensemos en que cada vez que uno elige piedra, por ejemplo, esa "piedra" se compone de 60 cartas elegidas dentro de más de 22 mil, que se mezclan y se roban al azar. Lo mismo para el rival.

Así, conocer la estrategia de los mazos dominantes y los arquetipos posibles dentro de cada contexto y usarlos para ganarle a los demás, es casi un principio básico del juego. En realidad el descubrimiento de esto es un momento cuasi epifánico. Hasta entonces uno juega de forma más o menos casual las cartas que parecen más o menos lindas, más o menos divertidas (elfos contra goblins ponele). El objetivo es divertirse, pasarla bien. Pero en el juego competitivo eso no existe. El objetivo es ganar.

Luego, otras estrategias aparecen como respuesta a esa estrategia dominante. Incluso pueden surgir otras que intenten encontrar huecos de diseño en los espacios generados por las estrategias dominantes. Elegir qué mazos usar en base a los porcentajes de presencia de cada estrategia y sus porcentajes de efectividad contra todo el resto de las estrategias es lo que termina generando un metajuego.

Aggro, combo y control

En Magic, al principio parece fácil porque existen tres estrategias dominantes dentro de la amplitud total de mazos: mazos agresivos, mazos control y mazos combo. Los agresivos apuntan a ganar rápido con amenazas que entran en los primeros turnos y se consumen velozmente. Los mazos control, en cambio, intentan impedir la acción del oponente y ganar en el juego tardío. Mientras que los mazos combo intentan sobrevivir hasta juntar las piezas necesarias de un rompecabezas (el combo propiamente dicho) que desata una sinergia que lleva inexorablemente a la victoria. Agresivo le gana a control, control a combo y combo a agresivo. Es el piedra, papel o tijera con pasos extra del que hablamos antes.

Cada Posición vence a la que indica la flecha y pierde contra la posición anterior

Incluso, cuando indagás más a fondo, aparecen estrategias híbridas: el agresivo control, rango medio y así. En total, Magic es una especie de piedra-papel-tijera de cinco elementos, donde cada estrategia derrota a una pero pierde contra otra. Nada es tan sencillo. Los mazos ganadores son los que pueden oscilar entre dos estrategias para ganarles a los mazos a los que deben ganar y tratar de no perder contra aquellos frente a los que están destinados a perder. En definitiva, jugar bien Magic significa jugar bien el metajuego que representa en cada instancia, en cada formato, en cada mesa que nos sentamos a jugar.

Definición aumentada de metajuego

En TCGs como Magic, el metajuego es la capa estratégica que existe por encima de las partidas individuales. Es el espacio donde decidís qué mazo usar, cómo construirlo y qué riesgos asumir según lo que esperás que juegue el resto del entorno competitivo. En vez de preguntarte "¿cómo gano esta partida?", te preguntás "¿qué mazo me da la mejor expectativa de victoria contra el campo completo?". Por eso se lo entiende como el juego sobre el juego.

El metajuego se estructura a partir de varias dimensiones. Primero, la distribución de mazos: qué arquetipos dominan, cuáles son Tier 1 y con qué frecuencia te los vas a cruzar. Segundo, el mapeo de matchups, que define qué mazo tiene ventaja sobre otro y arma la ecología interna del formato. Tercero, las elecciones técnicas, como cartas de recambio o ajustes específicos dentro de un arquetipo para mejorar matchups problemáticos. Cuarto, la velocidad del formato, que determina si conviene jugar interacción lenta, agresión, combo o medio rango. Finalmente, están las expectativas: lo que creés que los demás van a jugar, incluyendo niveles de anticipación de segundo orden ("Van a traer hate contra el mazo dominante", "Yo llevo algo que vence al hate").

Existen distintos niveles de metajuego. El local es el de la tienda o circuito más pequeño, que puede diferir mucho del global. El global es el que dictan los torneos grandes, las plataformas online y los jugadores profesionales. El técnico es más minucioso: cuántos removals, cuántos counters, cuántas amenazas. Y el psicológico aparece en eventos grandes, donde tenés que leer qué ajustes va a hacer la comunidad y explotar sus puntos ciegos: si los jugadores se ajustan para vencer al mazo dominante, vos podés jugar el mazo que vence al que vence al dominante.

Practicar metajuego es importante porque te da ventajas estructurales antes de sentarte a jugar. Permite atacar debilidades del entorno, evitar mazos muertos, elegir cartas más flexibles y planear respuestas a tendencias emergentes. El jugador que domina el meta no solo juega buenas partidas, sino que entra al torneo con un mazo posicionado para ganar el espejo ampliado del formato: los otros jugadores.

El metajuego, además, es dinámico. Cambia con cada torneo, cada resultado, cada innovación. Un mazo dominante genera su propio antídoto: si un entorno está dominado por rango medio, aparece combo; si combo se vuelve central, surge agresivo; si el agresivo crece, reaparecen mazos de medio rango. Es un ciclo continuo, un ecosistema que se reorganiza cada vez que alguien encuentra una ventaja.

Por último, es clave recordar que el metajuego no es tu mazo favorito, ni una lista fija, ni una teoría abstracta sin consecuencias. Es una lectura práctica del ecosistema competitivo y un ejercicio constante de adaptación, anticipación y ajuste fino. El jugador competitivo vive ahí: en esa capa donde cada decisión previa a la partida pesa tanto como la habilidad dentro del juego.

La vida real como un conjunto de diferentes metas

Pero el metajuego no es algo exclusivo de Magic y los TCGs en sus versiones competitivas. Sino que este concepto se extendió a todos los videojuegos donde se opongan estrategias, personajes, mapas y builds específicas para ganar en un entorno de competencia. Y a partir de la existencia de ladders (o sistemas rankeados de competencia por estratos) en todas las versiones multijugador, el concepto de metajuego se volvió esencial para cualquier que quiere llegar a la cima de la competencia. Existe en StarCraft II, en LoL, DOTA, Counter-Strike 2, Valorant y básicamente en cualquier lugar donde haya competencia.

Ahora bien, el descubrimiento del concepto de metajuego me llevó a considerar si era posible trasladar esa idea a la vida real. De hecho, otro artículo que habría que escribir es cómo los diferentes lenguajes de los videojuegos pero específicamente de los RPGs se fundieron con la vida real, siendo éstos en definitiva un modelo esquemático pero universal del comportamiento humano. Es muy fácil usar como metáforas para los iniciados conceptos como NPC (acrónimo en inglés para referirse a personajes no jugables), grindeo (del concepto de grind) o lootear (acción de buscar objetos de valor escondidos en un mapa). Como sea, el concepto de metajuego me ayudó en gran medida a entender todo lo que rodea a una actividad que no es la actividad en sí misma.

Vayamos a un ejemplo concreto y muy relacionado con el quehacer de 421. Escribir es una actividad que podés hacer sin pedirle permiso a nadie: solo, en tu casa, o en un bar, con un papel y una birome, o una computadora. Si pretendés escribir bien, ya el cantar es otro. Está ahí la historia de la escritura como medio, las funciones del lenguaje, los análisis y, por supuesto, la literatura. Ahí ya aparece la primera diferencia. Si escribís sin ninguna expectativa o con algún tipo de intención de inscribirte en una tradición milenaria. Ahí ya hay un pequeño y para nada despreciable metajuego.

Pero supongamos que sorteás ese pequeño metajuego de cómo escribir o cómo escribir bien, aceptable o legible, acorde al canon de la época o los criterios de validación simbólica de los pares de la época. Y querés algo más: no querés sólo escribir, querés ser leído, querés publicar. Ahí empieza otro cantar. Arranca otro metajuego. La publicación puede ser por cuenta de uno mismo y en un medio digital. Alcanza con abrir una página en la plataforma de moda (la que esté meta) como fueron en su momento Blogger, WordPress, Medium y ahora Substack. Por qué no explorar otros medios como X, Instagram o Facebook. Ahora bien, ahí arranca la parte de conseguir audiencia. En un mundo saturado de oferta es necesario distinguirse de alguna manera. Bienvenidos al metajuego.

El segundo nivel de complejidad es hacer dinero con lo que escribís, lo cual abre todo otro nivel de competencia, sistemas de validación, redes de contactos y un largo etcétera que se repetirá a lo largo de cualquier actividad en la cual se intente lograr lo mismo.

En definitiva, la vida se trata de jugar distintos juegos, y encontrar las soluciones o espacios de diseño de cada metajuego es la mejor forma de mejorar el rendimiento en cada instancia. Es una forma de ver el mundo como una competencia y cuáles son las aptitudes necesarias para destacarse en tal o cual panorama.

Sí, es un tipo de mentalidad que en la mayoría de los casos puede resultar totalmente estresante, porque extrapola un tipo de mirada sobre el mundo –la competencia y el rendimiento– por algo que ya es de por sí complejo –hacer bien algo que uno quiere hacer–. Sin embargo, la cuestión es que bien podés hacer oídos sordos a ese tipo de acercamiento a cualquier actividad, pero eso no va a quitar que el meta siga existiendo y que quienes estén preparados para afrontar esa realidad tengan algún tipo de ventaja sobre los que no.

También es cierto que hay gente que simplemente brilla y con eso alcanza. Pero, a decir verdad, es realmente muy pequeña la muestra de los naturals: gente que sencillamente le pega distinto a la pelota. Es decir, personas que destacan de forma "natural" por ser muy buenos en lo que hacen. Talento innato o bien entrenado desde muy joven. Aunque también si te metés y escarbás sobre esa supuesta naturalidad, muchas veces vas a encontrar que existe algún tipo de concepto sui generis sobre el metajuego. Es decir que esas personas, quizá sin conocer exactamente este término, operan de forma muy efectiva en el metajuego que les tocó (o eligieron) jugar. El exceso de talento suele ayudar.

Para los que somos trabajadores (o sujetos de entrenamiento) de cada disciplina en la que participamos, no nos queda opción más que grindear: trabajar de forma exhaustiva y constante en mejorar aquello que hacemos a la vez que mejoramos en el metajuego correspondiente.

Un metajuego para gobernarlos a todos

En definitiva, podemos entender cada actividad humana –estudiar, trabajar, hacer política, producir arte, participar en un campo académico o profesional– como un metajuego, porque la acción puntual no existe sola. Está incrustada en un entorno donde tenés que anticipar qué hacen los demás, ajustar tu estrategia, posicionarte y leer las tendencias. Igual que en Magic, no alcanza con "jugar bien tu mano": necesitás saber qué mazos dominan, qué se espera que hagas, dónde están los huecos del ecosistema y qué ajustes te permiten ganar ventaja.

En el plano académico, por ejemplo, la investigación no es simplemente "producir conocimiento": es navegar un metajuego compuesto por agendas dominantes, criterios de legitimidad, journals, incentivos de citación y disputas entre enfoques. Estudiar un tema no es solo leer y escribir; es entender cómo se mueve el campo, dónde están los huecos teóricos, qué jugadas te posicionan mejor para ser leído, financiado o aceptado.

En el mundo laboral pasa lo mismo. Trabajar no es solo realizar tareas, sino leer el metajuego de tu industria: qué habilidades están subiendo, qué tecnologías se vuelven estándar, qué roles quedan obsoletos, qué señales mandan quienes ascienden y qué trayectorias profesionales tienen mayor win rate.

Las redes sociales son el metajuego de la atención. No importa únicamente lo que publicás sino cómo se mueve el algoritmo, qué formatos tienen preferencia, cómo mutan los códigos culturales, qué narrativas dominan y qué contenido es optimizado para cortar la inercia del feed.

Incluso el arte opera como un metajuego. No trabajás solo por creatividad, sino dentro de un sistema cultural con escenas, legitimaciones, instituciones, estilos en auge, públicos cambiantes, curadores que funcionan como gatekeepers y momentos históricos específicos que abren o cierran puertas. Cada obra se juega en mesa; pero la carrera artística, su recepción y su impacto, se cocinan en un meta donde cada gesto dialoga con lo que ya está circulando.

Conclusión

Visto así, el concepto de metajuego otorga una herramienta para pensar la vida práctica como un ecosistema estratégico donde no alcanza con "ser bueno" en la tarea designada si el objetivo es convertirse en un profesional de dicha tarea; necesitás leer el mapa, anticipar movimientos, posicionarte y entender que actuás dentro de estructuras dinámicas que se reconfiguran según lo que hacen los demás.

Por otro lado, no existe ningún tipo de imperativo en grindear. Muchas personas (quizá la mayoría) es feliz sencillamente haciendo lo que le gusta, o algo que le gusta, sin mayor aspiración que esa. En ese sentido, es una opción de vida mucho más en línea con lo que trabajamos en este artículo. Podemos tomar la decisión de no grindear.

E incluso seguir leyendo el metajuego como actividad en sí misma. Ni siquiera para participar, para competir, sino sencillamente porque nos divierte ser observadores. Es un poco lo que sucede en la red social X, con aquellos que opinan abiertamente sobre cosas que no practican, desde la política al fútbol. No es ni siquiera necesario ser un actor del metajuego para tener una comprensión medianamente potable o cabal del mismo.

Ahora bien, lo que sucede ahí es que el espectador pierde la posibilidad de obtener información de primera mano sobre el estado del metajuego y necesita fuentes (más o menos confiables) de información, lo cual puede cambiar bastante la forma en la que se ven las cosas. El lado del mostrador en el que uno se encuentra es un factor determinante a la hora de obtener información.

Como sea. Optar o no por el grindeo es una decisión, pero la existencia de los metajuegos en cada actividad es imposible de olvidar una vez que se toma conciencia.