Thomas Pynchon es el sobreviviente más importante de la Gran Literatura Norteamericana del siglo XX. Su vida, famosamente alejada de las cámaras, las entrevistas y las redes sociales, mantiene el aura del misterio, de la genialidad y de lo que sentimos que alguna vez fue la literatura: una cosa sofisticada y riesgosa, difícil sin ser solemne, trascendente en su propia inmanencia. Moderna y, al mismo tiempo, fuera del tiempo. ¿Qué puede esperarse de esta combinación ahora que, pasado el primer cuarto del siglo XXI, publica a sus 88 años una nueva novela?

Shadow Ticket trata sobre un detective llamado Hicks McTaggart –los nombres de Pynchon son un género en sí mismo–, quien trabaja para una agencia en Milwaukee en los años '30, en el contexto de la Gran Depresión y la Ley Seca. McTaggart recibe la misión de buscar a Daphne, la heredera de un misterioso millonario/mafioso de la industria láctea ("el Al Capone del queso"), que huyó a Europa con un clarinetista. Así se ve involucrado en situaciones riesgosas que incluyen pandillas asociadas explícita o implícitamente con el fascismo/nazismo emergente. Pero esta descripción es solo un esqueleto básico y bastante poco indicativo de cómo se desarrolla, de hecho, la novela.
Si bien no estamos aquí en los niveles de delirio y genialidad de El arco iris de gravedad (la obra maestra de Pynchon, cuya lectura es un verdadero rito de pasaje), los caminos de la narración se desvían para todas partes, los personajes se multiplican con criterios de relevancia imprecisos y las aventuras secundarias incluyen gólems y agentes encubiertos con poderes de teletransportación.
No sé cuándo aparecerá la primera traducción al español, pero puedo anticipar que el primer problema será el título. Shadow Ticket, como todo buen título, tiene varias interpretaciones, pero la más obvia alude al uso de la palabra ticket para referir a los encargos o misiones que recibe McTaggart. Los hispanoparlantes podemos reconocer ese uso cuando uno genera un "ticket" de consulta en alguna plataforma. "Shadow Ticket" es entonces algo como una "Misión misteriosa" –si fuera una traducción española para una película de Hollywood, seguro le pondrían Misión mortal– y alude a uno de los elementos temáticos más recurrentes en Pynchon: los agentes invisibles, las manos que controlan las cosas desde las sombras, o que creen que las controlan.
La novela es en gran parte heredera del policial negro, donde es habitual que el detective transite por una serie de locaciones y reuniones asociadas con mafias, agencias de seguridad privadas, grupos parapoliciales, minorías étnicas y fuerzas del gobierno. Nadie sabe quién trabaja para quién, y si empezás Shadow Ticket imaginando que se van a atar todos esos cabos, bueno, debe ser tu primera novela de Pynchon.
La película de Paul Thomas Anderson de este mismo año, One Battle After Another, no es una guía muy fiel para adentrarse en la literatura pynchoniana. Tal como aclara el mismo film, se trata de una interpretación muy libre de Vineland, que Pynchon escribió en 1990. De hecho, la agrupación de ultraderecha paraestatal de los Christmas Adventurers, a la que el personaje de Sean Penn (Lockjaw) quiere sumarse, no existe en el texto, que por otro lado tiene una ubicación temporal mucho más nítida y definida: la presidencia de Reagan y los tristes remanentes del hippismo y la contracultura de los '60.
En cambio, la otra adaptación de Paul Thomas Anderson a una novela de Pynchon tiene más afinidades con Shadow Ticket. Me refiero a Inherent Vice, que sigue mucho más fielmente la novela homónima y tiene como protagonista a un bestial Joaquin Phoenix haciendo de "Doc" Sportello, un hippie viejo con la puntería y los reflejos de los que el personaje de DiCaprio carece por completo.
La ubicación temporal de la nueva novela ha sido objeto de bastante reflexión. Las ruinas de la contracultura fueron efectivamente, más allá de Pynchon, una de las grandes obsesiones de la cultura de los '80 y '90; así como en Argentina, por motivos algo distintos, lo fueron los '70. Entonces, ¿por qué hablar ahora de los años '30? ¿No es más pynchoniano el presente, con QAnon, Trump, blockchain, la guerra en Ucrania y una nueva "guerra fría" entre Estados Unidos y China repleta de psyops?


Pynchon no nos lo va a aclarar en ninguna entrevista o reel de Instagram, pero la novela misma da una posible respuesta. La primera parte de los '30 fue un período complejo y difícil, que sin embargo sería visto, poco después, como un paraíso de orden y estabilidad. Hoy sabemos que las semillas del horror estaban bien plantadas, y Shadow Ticket no deja de recordárnoslo. Milwaukee, una ciudad históricamente asociada con la inmigración alemana, está plagada de nazis jugando a los bolos. En Europa, la situación es todavía peor, con cacerías de judíos incluso fuera de Alemania. Y aun así, todavía existía en ese momento una oportunidad de que las cosas fueran para otro lado.
Traduzco un párrafo de la novela que lo expresa muy bien:
Lo que alguno de ellos debería haber estado diciendo es: "Estamos en los últimos minutos de una pausa que luego nos parecerá tan maravillosa, tan apacible y libre de preocupaciones. Si es que queda alguien para recordarla. Aún tratando de sostenerla antes de que se vuelva demasiado oscuro. Hasta que, finalmente, nos damos vuelta para mirar el camino por donde vinimos, y ahí está esa última lamparita, antes tan brillante, ahora parpadeando débilmente, a punto de quemarse, y ya hace rato que deberíamos estar diciendo: Florsheims –una marca de zapatos–, a caminar.’ (…)
Aquellos a los que podrías haber salvado, a los que al menos podrías haber desviado de algún modo hacia un tramo más seguro de la vía, uno por uno los despojan, golpean, matan, los capturan y se los llevan hacia lo innombrable, lo irrecuperable.
Al igual que en El arco iris de gravedad, hay en Shadow Ticket –que, si nos basamos en la expectativa de vida promedio, tiene altas chances de ser su última novela– un juego con las ucronías, con horizontes históricos abriéndose y cerrándose en un parpadeo de la imaginación. La célebre sofisticación de la prosa pynchoniana tiene la capacidad de trasladarnos de un diálogo vagamente realista a una confusa superposición de tiempos y lugares, reales o imposibles. Y aunque la paranoia es un tópico omnipresente en su obra y esta nueva novela dista de ser la excepción, nos equivocaríamos si asociáramos esta permanente sospecha con un clima opresivo y agobiante.
Nada más lejos de Shadow Ticket, que (salvo en párrafos excepcionales como el citado) a menudo parece preocupada, antes que otra cosa, por el humor. Los diálogos, lejos de cualquier realismo o verosimilitud histórica, son desopilantes y a menudo es más placentero atravesarlos sin ninguna pretensión de entender, de hecho, lo que se supone que está pasando en la escena o incluso quiénes son exactamente los personajes y cuáles son sus motivaciones.
Leer Shadow Ticket en inglés, hay que advertirlo, es un desafío incluso para los que tenemos fluidez en esa lengua. Las expresiones de los años '30 (como decirle kisser a la boca) abundan y, ya de por sí, el tipo de trama y las transiciones pynchonianas casi nunca ofrecen un terreno sólido como para avanzar confiadamente hacia el próximo episodio. También es justo decir que Shadow Ticket no es la mejor novela de Pynchon. El protagonista, Hicks, es mucho menos memorable que otros de sus personajes, y aunque no hay duda de que parte de la búsqueda estética de esta novela consiste precisamente en hacer de él un hombre casi sin atributos (no es ni un Sherlock ni un galán, ni un bruto ni un James Bond, ni un drogadicto paranoico ni un gentleman), esta característica dificulta la inmersión y la tensión que sí encontramos en Vineland y otros textos.
Para los literatos en general y los pynchonianos en particular, Shadow Ticket no deja de ofrecer una combinación de virtuosismo formal y capacidad para la invención, así como también su característica mezcla de un humor fenomenal y siempre fresco con un trasfondo de tragedia y violencia, algo que por cierto encontramos en mucha música europea y norteamericana de los '30. La novela incluye muchas referencias musicales, incluyendo una mención a Gardel y Le Pera. Hay una búsqueda de la inocencia esencial en la cultura estadounidense, aunque sabe que no podrá encontrarla y por eso necesita inventarla a cada paso.
Veremos si esto es lo último de Pynchon, que ya hace mucho que no tiene nada que demostrarnos y en todo caso exige que la literatura –¿o la cultura en su totalidad?– demuestre que puede prescindir de él.
Cierro con un breve diálogo de Shadow Ticket:
-Siempre y cuando no seas uno de esos detectives metafísicos buscando la Revelación. Si te ponés a leer muchos policiales en las revistas, empezás a pensar que todo se trata de quién lo hizo. Qué pasó en realidad. La historia oculta. Sí sí. Ver todas las cartas al final de una mano. Para algunos, ese tipo de cosas se vuelven religiosas sorprendentemente rápido.
-Tengo suficiente de qué preocuparme con la vida real.
-Buena suerte pibe. Lamento tener que decirte que lo único “real” que forma parte del asunto es cuando te están disparando. En la práctica, “real” significa muerto… cualquier otra cosa, siempre hay espacio para una conversación.