Volverse ingobernable: conjeturas en torno a Peter Sloterdijk
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Mi primer acercamiento a la filosofía de Peter Sloterdijk tiene que ver con una recomendación que me hizo Agustina de un texto muy corto pero demoledor del filósofo alemán. Ni más ni menos que Reglas para el parque humano (1999), donde Sloterdijk hace una serie de reflexiones en torno al texto Carta sobre el humanismo (1946), de Martin Heidegger, al cual cita como el texto fundamental del movimiento posthumano o transhumano. Veremos.

Como buen alemán, Sloterdijk hace filosofía en torno a reflexiones suscitadas tanto por Friedrich Nietzsche como por Heidegger, en una búsqueda común acerca del carácter del humanismo como filosofía, como proyecto civilizador y como herramienta de gobierno de las voluntades humanas. Corría junio de 2020 cuando le dediqué tres episodios de Random Podcast a la lectura de este texto. Pasaron varios años y mucha agua bajo el puente, pero sigue siendo un texto muy significativo, aún más en los albores de las discusiones en torno al uso masivo de dispositivos con pantallas, el rol de la lectura y los problemas de aprendizaje, atención y ansiedad que eso conlleva.

También, hace algunos años había escrito un tuit que luego borré, en el cual hacía referencia a que en la lectura de Nick Land, Curtis Yarvin y Peter Sloterdijk había varias claves para entender la época y sus problemas fundamentales. Obviamente, este artículo es el segundo en ese sentido. El primero fue el que le dediqué a Nick Land y, fundamentalmente, a su texto Fanged Noumena (2011). El de Yarvin debería ser el segundo y, por último, este de Sloterdijk, pero me dieron ganas de seguir con este.

¿Por qué creo que hay que leer a estos tres autores? Primero, no creo que haya que leer todo, sino algunos textos puntuales que destacan bastante por encima del resto de la obra. Más que nada en Land y Yarvin (cuando aún escribía bajo el seudónimo Mencius Moldbug) esto es particularmente cierto. Sus primeros textos son muy superiores a lo que vino después. En el caso de Sloterdijk no leí tanto como para hacer una declaración de ese tipo, pero algunas de las cosas que leí son un poco más parejas. Como sea, el asunto de la selección de la bibliografía no explica de por sí por qué digo que hay que leer a estos tipos.

Segundo, quizá a la mayoría le alcance con leer a los clásicos: Nietzsche, Deleuze y Foucault. Es decir, no hay nada de Land que no esté en Mil mesetas (1980) –debería leerlo– ni nada de Sloterdijk que no esté en Nietzsche, ponele. Sin embargo, creo que ambos autores aportan algunos conceptos más contemporáneos e introducen la dimensión de lo mental. Si bien con la tríada clásica nos alcanza para pensar la biopolítica, con estos autores contemporáneos estamos un poco mejor preparados –creo– para leer la época de la psicopolítica. Término que le debemos al coreano que todos aman detestar.

Tercero, entonces, Ruocco querido, ¿qué nos encontramos si te seguimos el juego y leemos a estos crotos que nos proponés? Básicamente, Land nos aporta una teoría de la reproducción del capital en la cultura contemporánea y la capacidad de este de autorreproducirse, siendo el primero en buscar su muerte y sumar elementos que, en principio, pueden parecer capaces de sustituirlo. Con Yarvin podemos tener una lectura mucho mejor que la liberal clásica (rousseaunianos silvestres) acerca de cómo funciona el poder y qué tipo de regímenes están mejor preparados para resistir los embates revolucionarios. Además, nos proporciona una lectura de mínima coherente, de máxima verdadera, sobre cómo funciona la dinámica interna del gobierno de los Estados Unidos y cuáles son sus efectos (devastadores) en el resto del planeta. Por último, pero no menos importante, Sloterdijk nos proporciona una descripción acerca de cómo funciona la cultura en tanto dispositivo de producción de seres humanos por otros seres humanos, cuyo fin es optimizar este ciclo. De esta forma, con tres autores y unos seis, siete textos, podemos tener un marco teórico medianamente funcional para entender el mundo contemporáneo.

Reglas para el parque humano

Este es el primer texto que leí del filósofo alemán, donde indaga qué será del destino del humanismo como concepto. Fundamentalmente por la aparición de la cultura de masas, la irrupción de la radio y la televisión. Teniendo en cuenta que el concepto de "humanismo", asociado a lo que fue conocido como el proceso de la Ilustración, estuvo siempre asociado a una cultura letrada, ¿qué hacemos con esa ruptura?

¿Qué se hace con un proyecto cuya condición de existencia es la lectura obligatoria de cierta bibliografía, lo cual deviene en cierta forma de pensar y ver el mundo, cuando es reemplazado por otro tipo de tecnología que rompe con las condiciones de la reproducción de ese proyecto? Sin poder sostener la ilusión de la nación como una comunidad de lectores, ¿qué queda? La Ilustración, o mejor dicho el proyecto humanista, está siempre en contra de un proyecto de barbarie. Pensemos en el texto fundacional del canon argentino, que lleva precisamente el nombre de Civilización y barbarie (1845):

Y aquí hay que tomar en consideración el hecho inquietante de que el salvajismo, hoy como siempre, suele aparecer precisamente en los momentos de mayor despliegue de poder, ya sea como tosquedad directamente guerrera e imperial, o como bestialización cotidiana de los seres humanos en los medios de entretenimiento desinhibitorio.

Esa es la pregunta que nos hacemos todos al terminar el texto y que Sloterdijk no termina bien de responder, en gran parte porque nadie tiene ni puta idea. Lo que sí hace muy bien es diagnosticar el devenir de lo que fue el proyecto humanista y lo que lo constituyó como tal. Lo cual nos puede servir como una guía de orientación para lo que venga después.

Para Sloterdijk, la lucha siempre presente del humanismo es contra la producción de humanos salvajes, en virtud del poder de las lecturas correctas. El proyecto humanista, la formación de un canon, el diálogo entre sus intelectuales, siempre se hizo en virtud de la posibilidad de gobernar los asuntos humanos. El control de dos tendencias fundamentales en lo humano, dos flujos: lo inhibitorio y lo desinhibitorio. Es fácil pensar en la cultura letrada como un refugio de lo inhibitorio que permite la existencia de “lo civilizado”, algo así como nuestra imagen mental de la polis griega o el anfiteatro romano, mientras que podemos pensar a la cultura salvaje, desenfrenada y desinhibida como el circo. Donde los baños de sangre de los gladiadores eran precisamente el lugar del desenfreno desinhibitorio y del espectáculo al mismo tiempo. Es en el espectáculo desenfrenado donde el proyecto humanista encuentra un rival.

Es Heidegger quien, en la posguerra y transitando justamente esta dicotomía, escribe su Carta sobre el humanismo y con ello inaugura la era de lo tras o lo poshumano, en palabras de Sloterdijk. Recorrido que inevitablemente lo lleva hacia atrás. Primero Nietzsche y por último Platón, siempre Platón.

Lo primero que destaca Sloterdijk es el concepto heideggeriano de una especie de pastoral humana en la cual el ser humano habita el mundo en una especie de pradera, en una comunión místico-contemplativa con el resto de los pastores del ser. El humano como pastor y vecino del ser. Una cosa ultra mega hippie (y, en definitiva, algo nazi también).

Pero, bien se pregunta Sloterdijk, ese pastor, en esa pradera, no deja de habitar algo similar a una casa, un refugio. Así, Sloterdijk recurre al sagaz instinto de Nietzsche y encuentra un parágrafo de Zaratustra donde el bigotudo, con pasmosa claridad –como siempre–, describe al humano como un animal doméstico del propio humano. La historia humana es la historia del complejo biopolítico casa–humano–animal doméstico. La historia de la humanidad y el impulso humanista es la historia de esa domesticación.

Yendo todavía más para atrás, llegamos a Platón y su concepto de polis en el texto El político (360 a.c.), donde precisamente indaga en la naturaleza de este "animal político". Sloterdijk hace notar que la idea de Platón de un refugio de animales políticos parece como un Disney o un Jurassic Park pero de humanos. Lo cual nos trae una vez más la pregunta por quién lo maneja, cómo lo maneja y cuáles son las condiciones de reproducción de los humanos ahí dentro. ¿Son acaso los mismos humanos que, gracias a cierta educación o cierto mérito, pasan a convertirse en los jefes del parque? ¿O es otro tipo de humano completamente distinto el que es capaz de gobernar el parque? La pregunta por el parque humano es un poco la pregunta por el humanismo. O mejor dicho, llegando a la idea básica de parque encontramos también el carácter totalmente programático del humanismo: es una forma de reproducir, de cultivar, de domesticar a otros seres humanos. Y es precisamente eso lo que se encuentra de alguna forma en crisis.

Volviendo a la metáfora de la Ilustración como un club de lectores universal donde cada miembro se manda cartas (libros) con los otros miembros, Sloterdijk se da cuenta de que tal cosa está totalmente en decadencia y que, con suerte, solo quedan algunos pocos archivistas guardando esa correspondencia que alguna vez fue el canon o el manual de entrenamiento para los domesticadores de humanos.

La pregunta por la gobernabilidad, por la domesticación, es la pregunta por el poder y por el horizonte existencial de la humanidad toda. ¿Seguiremos educando a los humanos para esto? ¿O vamos a hacerlo para algo más?

Volvete ingobernable: la resalvajización como horizonte existencial

La toma de conciencia de que el humano es producto de un trabajo de domesticación por parte de otros seres humanos no es una cuestión que despierte felicidad o simpatía. Uno tarda en asimilar el golpe. Es tomar noción de que, en definitiva, somos o fuimos producidos por un grupo, una élite o una casta que aplicaron diferentes procesos a lo largo de los siglos para ser quienes somos. Ni siquiera es una cuestión que provoque violencia interior: es lo que es, es lo que tocó. Es casi como volver a esa frase de joven izquierdista: "Somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros". Pero, más allá de caer en diferentes posturas de autoayuda –la tentación permanente cuando uno escribe muy cerca de la filosofía en estos términos–, quiero analizar al menos dos tendencias de reacciones contra la idea de domesticación.

Lo primero que se me viene a la cabeza, y también porque le dediqué otro podcast de Random que en retrospectiva tiene más sentido, es el viejo y querido Unabomber, con su manifiesto en contra de la revolución industrial y sus bombas aleatorias. Lo que, en definitiva, pone en cuestión Ted Kaczynski son los mecanismos mediante los cuales las élites tecnológicas, académicas y gubernamentales llevan adelante el proceso "civilizatorio". La rebelión entonces es contra sus efectos y contra las dirigencias. Básicamente, lo que dice Kaczynski es que el ser humano, al perder contacto con el "ciclo de poder" (procurarse el alimento y la supervivencia de forma directa), se ha convertido en un ser sobresocializado, con tendencias a la victimización y que gasta su tiempo en "actividades subrogatorias" que no sirven para nada sino para suplir el impulso o la falta de conexión con los ciclos de poder. Básicamente, el ser humano posrevolución industrial es una porquería y debe rebelarse para recuperar lo que alguna vez fue.

En una línea similar podemos poner a pensadores anarquistas posmodernos como Hakim Bey, que aboga por espacios momentáneos donde experimentar libertad por al menos una vez en la vida, y en una versión mucho más radical podemos pensar en John Zerzan con su La patología de la civilización (2002), que en nuestro país fue editado por Walden. Zerzan directamente pone el punto de inicio del problema de la domesticación humana a partir de la pérdida de la caza y la recolección, con el inicio de la agricultura. En un planteo que hace quedar al Unabomber como un moderado, Zerzan directamente dice que desde la agricultura en adelante todo fue un error.

En este sentido, no puedo dejar de pensar en al menos dos corrientes de memes, una la de "Return to Monkey", es decir, volver a ser monos, desandar por completo el camino de la evolución. En un punto para nada trivial, esta corriente memética compara el estilo de vida del homínido domesticado, en el cual tiene que pagar por el agua embotellada y debe hacer declaraciones impositivas todos los años, contra la versión de su primo evolutivo: el mono, el chimpancé o el carayá que sencillamente toma agua de un río o come un fruto de cualquier árbol sin pedir ningún tipo de permiso. Es el estado de naturaleza versus el estado de compliance o, en castellano, ajustarse a derecho.

Want Banana Get Banana

Sumo en este sentido otra corriente más, representada por el ¿filósofo? de internet conocido como Bronze Age Pervert, quien, en una línea menos primitivista pero igual de cuestionadora, propone abandonar el sistema actual manejado por burócratas, tecnócratas y abogados en pos de la construcción de una nueva aristocracia a la espartana, ejercitada, culta y guerrera. En su libro Bronze Age Mindset (2018) propone, de una forma un tanto irónica o satirizada, esta especie de programa político en el cual cuestiona el proyecto de domesticación humano actual llevado adelante por mediocres e igualitaristas, cuyos efectos están a la vista de todos. Este libro, una importante cuenta de X y su cultivación del entrenamiento, los cuerpos de gimnasio y el amor entre hombres, convirtieron a BAP en una especie de gurú dentro del espectro de la nueva derecha.

Pero su recorrido no termina ahí. Como buen nietzscheano de derecha sacó otro libro, pero ahora con su nombre real, Costin Alamaru, con el título de Selective Breeding and the Birth of Philosophy (2023). Es decir, "La crianza selectiva y el nacimiento de la filosofía". A este libro le debo una buena leída, pero en rasgos generales aparenta apuntar al mismo problema que citamos de Sloterdijk: el de la domesticación, el gobierno de los humanos y la posibilidad de una educación "más allá" del humanismo clásico. Claro que, planteado así, es el problema clásico a la vez que tiene demasiados tintes eugenésicos y básicamente es asimilable al fascismo/nazismo. La realidad es que, por más incómoda que sea la pregunta, por más que haya sido weaponizada a principios de siglo, sigue tan vigente ahí como los gulags de la Unión Soviética o los campos de "reeducación" del Partido Comunista Chino. La pregunta por la domesticación es la pregunta por lo humano, no importa cuándo leas esto.

En este sentido, los memes de "volverse ingobernable" representan una fisura en el proyecto de domesticación humana. Y por eso los queremos tanto.

"Become Ungovernable"

La antropotécnica y el imperativo metanoético

Pero nuestro recorrido por la filosofía de Peter Sloterdijk no termina así nomás. De hecho, a partir de la lectura de Reglas para el parque humano quedé muy interesado en poder profundizar y así caí en uno de sus libros, bastante monumental: Has de cambiar tu vida (2009). Es acá donde toda la potencia que se había observado en Reglas se transforma en un sistema coordinado y puesto a disposición del lector.

Lo que acá presenta Sloterdijk es el desarrollo del concepto de "antropotécnica", que es el conjunto de prácticas por las cuales el humano produce/domestica a otros humanos. Los humanos contamos con una batería de antropotécnicas en las cuales la función principal es el ejercicio, que Sloterdijk define como una operación en la cual se obtiene una mejora para poder repetir con más facilidad la siguiente operación. La repetición es la clave entre lo "natural" y lo "cultural", un pasaje siempre abierto y dispuesto a transformarse por las reconfiguraciones repetitivas. Pensemos un instante en todas las cosas que hacemos, desde hablar, comer, cocinar, trabajar, ir a la escuela, estudiar. Toda actividad humana se basa en la repetición y los que mejoran son los que ejercitan. La Tierra es el planeta de los seres ejercitantes.

Torso Arcaico de Apolo

En la base del proyecto antropotécnico se encuentra lo que Sloterdijk llama el imperativo metanoético, derivado del concepto de metanoia, transformación en griego. Citando al famoso poema de Rilke: "Torso arcaico de Apolo" (1908) donde concluye con la frase "has de cambiar tu vida". Has de mejorar tu vida, has de ejercitar tu vida, has de optimizar tu vida. Pero el libro no se queda acá, sino que despliega una batería de conceptos que articulan el proyecto antropotécnico: las tensiones verticales (la idea de ascenso permanente, la dislocación de lo humano en estratos asociados a la calidad/jerarquía), la cultura como un sistema inmune humano en el cual se distinguen sistemas socioinmunes y sistemas inmunes simbólicos (meméticos, dirá Sloterdijk).

También un breve recorrido por la transformación de las imágenes que regulan al arquetipo social. Si en los siglos posteriores a la Ilustración el papel del lisiado fue un símbolo de la transformación antropotécnica (la cultura como prótesis), el advenimiento de la posmodernidad trajo consigo al equilibrista como sujeto de la época (un tipo en riesgo permanente) que solo tiene que aprender a mantenerse en su lugar y caminar firme. Es por eso que los atletas, que han sabido conjugar el imperativo metanoético con la noción de riesgo, son el sujeto más celebrado de la época y modelos humanos en todos los sentidos. Seculares, ascéticos, sometidos a un entrenamiento feroz, y exitosos.

Una última conjetura

Si bien uno podría pensar que Sloterdijk, como pasa muy seguido en la filosofía, tiene una visión "crítica" de todo el asunto, no es el caso. Lo más interesante, o algo de lo más interesante de leerlo, tiene que ver con el hecho de que está más interesado en encontrar metáforas lo suficientemente poderosas para describir el mundo que en crear una crítica a determinado problema. El concepto de antropotécnica, asociado como está a la noción de ejercicio y a la idea de sistema inmunológico simbólico (una relación que merece una explicitación en un artículo propio), es un concepto muy fuerte que le da al lector una cierta tentación del orden de la autoayuda o, más bien, capacidad operativa.

Lo que hace el libro de Sloterdijk no es "denunciar" la domesticación y después buscar una salida fantasiosa primitivista de vuelta a un pasado idílico o una explotación del concepto para la creación de una nueva aristocracia ontológica. Sloterdijk parece quedar satisfecho con haber mostrado el truco, señalar que, aun en los procesos de recreación humana, hay un posible espacio de diseño. Sobre el final del libro, en sus últimas cincuenta páginas, el propio Sloterdijk hace el esfuerzo de pensar algo propositivo con el arsenal de herramientas a mano. Relacionado con el problema anterior del humanismo y la Ilustración, propone una coordinación planetaria para lograr una antropotécnica conjunta que unifique a la humanidad en un solo proyecto civilizatorio. Pero, teniendo en cuenta que le dedica menos del diez por ciento de su libro, se nota que su interés no está demasiado puesto ahí.

El diseño de una antropotécnica es, ni más ni menos, el proyecto político definitivo. No se trata de crear o mezclar un conjunto de ideas, sino de una serie de ejercicios que, a través de la repetición, generen un escenario deseado. Creo casi que, sin duda alguna, el futuro de la política se juega en este terreno.

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